Pilar Bonet

Dmitri Furman, historiador de la evolución de Rusia

Elpais

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El historiador y filósofo Dmitri Furman, uno de los más lúcidos analistas de la evolución política, social y cultural en Rusia y en los países surgidos de la Unión Soviética, falleció en Moscú el viernes, a los 68 años. De curiosidad insaciable, Furman era un devorador de libros, que leía en muchísimos idiomas, gracias a su prodigiosa capacidad para asimilar vocabularios y sintaxis. De gran creatividad en sus enfoques, tenía la habilidad de sintetizar y diseccionar -con sorprendente exactitud y aparente sencillez- una temática que iba de las relaciones entre la sociedad y la religión a la transformación de los sistemas surgidos tras el derrumbe del comunismo.

Doctor en historia y profesor, Furman dirigía el Centro de Problemas de las Relaciones entre Rusia y los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) en el Instituto de Europa de la Academia de Ciencias de Rusia. En los setenta y los ochenta se dedicó a estudiar los aspectos sociales de la vida religiosa en EE UU y en 1988 fue uno de los autores de Inogo ne dano (No puede ser de otro modo), un compendio de artículos a favor del cambio, que constituyó un punto de referencia en la perestroika, el proceso de reformas iniciado por Mijaíl Gorbachov.

Furman publicó una serie de monografías sobre los países postsoviéticos. La experiencia y los conocimientos acumulados en la edición de la serie, los sintetizó en Movimiento en espiral. El sistema político de Rusia entre otros sistemas. En esta obra de incalculable valor para entender la Rusia actual y su futuro, Furman explica por qué, al emerger del sistema comunista, ese país solo podía desarrollar un sistema de imitación de la democracia. Alegaba el estudioso que, por razones históricas, la revolución anticomunista en Rusia no pudo tomar la forma de un movimiento democrático y nacional como en otros países del este de Europa. Furman concluyó su último trabajo, Los ciclos de Kirguisia, redactada junto con la analista Sanobar Shermátova (fallecida a fines de marzo) estando ya gravemente aquejado de una forma de esclerosis que fue atrofiando sus músculos. Ante la enfermedad, empleó consigo mismo el rigor que había aplicado a los objetos de estudio. Aunque apenas podía teclear en el ordenador, continuó escribiendo y realizando certeros diagnósticos de la política y la sociedad. Entre ellos, el pasado mayo, el texto posiblemente más brillante publicado en Rusia con ocasión del 90º aniversario del nacimiento del premio Nobel de la Paz Andréi Sájarov.

Cuando ya no pudo escribir, siguió debatiendo sobre la actualidad con los amigos que le visitaban. La víspera de su muerte, reafirmó su idea de que, para el futuro de Rusia, sería mejor que Vladímir Putin renunciara a regresar al poder como presidente y dejara que Dmitri Medvédev fuera elegido de nuevo para llevar a cabo la misión de celebrar elecciones verdaderamente democráticas y normales en 2018.